lunes, 2 de febrero de 2015

Prosa II: Quiero una vida en plano secuencia

Quiero una vida en plano secuencia. 

Abro los ojos y ahí está. Otto bajo mi cama. Y esa seguridad de tenerlo cerca me reconforta, aunque sé que ha pasado la noche en vela queriendo explicarme cosas. Me despierto y estoy tranquila, porque recuerdo haber soñado toda la noche con la puerta de Tannhäuser y un hombre me dijo que no debía temer a la vida. Tras ese instante, me levanto, perezosa y tímida, y pongo en orden mi vida tras la metódica de Melvin. Mi vecino artista me saluda y estoy de tan buen humor que puede que acabe echándole un piropo o dos a Carol desayunando en el restaurante. Pasa el día y bailo entre lobos y fantasmas al ritmo de blues, rock o con el mismo Hans Zimmer, que sin decirle yo nada, se ha instalado en el rincón favorito de mi habitación. Y aunque no me entusiasma del todo, en el fondo, qué más dará. 

Casi sin darme cuenta, atardece, que no es poco, y ahí están esperándome Celine y Jesse con esa soltura propia de las buenas relaciones surgidas a través de las décadas. Y yo les escucho, embelesada por su eterna juventud y algo celosa por no saber encontrar enigmáticos desconocidos en trenes. Pero qué se le va a hacer, no todos somos buenos para las mismas cosas y me resigno ante ese idea que durante un tiempo me quitó el sueño. De pronto, y a mitad de su historia, escucho un golpe con efecto y observo en silencio a un atractivo Bennett Miller en medio de una fría sala de gimnasio, oteando el aire y celebrando el milagro de las matemáticas frente al deporte. No puedo evitar que se me escapen un par de lágrimas de emoción y salto con todas mis fuerzas con los brazos en el aire, sin que nadie me oiga. Casi agotada, pero sabiendo que aún queda día, me siento en el alféizar de una ventana junto a Bob y Charlotte. Ella se lamenta por haber perdido su peluca rosa, pero lo que no sabe es que yo la tengo guardada en la casa de Misery. Aunque de eso ya hace semanas y ahora tengo miedo de volver a buscarla. 

La noche es de Marty McFly en el baile, y su madre me pregunta cómo debe conquistarle, y yo, sarcástica y enamorada, le respondo con mi silencio, explicándole que no sólo no tiene oportunidad alguna, sino que yo no dejaría que ocurriese. Y que sé yo, de repente, son las dos o las tres. Nadie parece saberlo y las manecillas dan vueltas a un ritmo sorprendente, mientras un sospechoso conejo huye a lo lejos. No lo sé, a lo mejor tras la fiesta, me dejo llevar por Will Hunting y sus amigos, bebiendo hasta las tantas en un bar, recitando filósofos muertos y contando los chistes más verdes que conocemos. O puede que Woody Allen quiera enseñarme Manhattan esta noche, quién sabe, puede que tenga suerte.

Y de vuelta en mi cama, y vuelvo a estar debajo de ella con Otto, pero le digo que estoy cansada y que prefiero acostarme, que trate de ser valiente y me espere hasta mañana y, sobre todo, que no se preocupe, porque yo volaría en avioneta para encontrarle. Y sin esperar respuesta, me duermo otra vez a la espera de no se sabe muy bien el qué. 

Serpenteando la luz y oteando el horizonte


P.D. Sabed que los Lunes tienden a ser de Los amantes del círculo polar. Quién sabe, a lo mejor os los llegáis a encontrar en avioneta.

Alba

5 comentarios:

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  2. Y hay veces que triunfaría ser Phil Connors en su día de la marmota, y que un plano secuencia estaría abocado a repetirse una y otra vez! O como su alter ego perderse en la traslación y nunca encontrarse... Magnifica

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  3. llego tarde, pero te sigo. faltaría más.

    salta por la ventana,
    valiente.


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    1. Tú siempre tan bonita y tan artista, faltaría más.
      Y más con lo que a mí me gustan los rinocerontes azules.

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